La poesía de las organizaciones

La palabra quizás más de moda en estos momentos a la par con “pandemia”, “crisis”, “cambio climático” o “guerra'', es “propósito”. Y sin embargo muy poca gente entiende a profundidad lo que significa y mucho menos la pone en práctica.

Según algunas investigaciones, más del 90 por ciento de las empresas plantean una declaración de propósito en su página web pero, casi siempre, estas constituyen palabras vacías. Algunos líderes las toman en cuenta en sus declaraciones, solo porque sienten que están obligados a hacerlo para la foto o, peor aún, algunos las usan como un manto de virtud para enmascarar su mal manejo.

Por ello, el propósito debe constituirse en una verdadera fuente de significado para la organización, evocando una visión del futuro que incluye y también trasciende el éxito económico. Este inspira estrategias, influye en decisiones, tanto grandes como pequeñas, y alienta las relaciones con clientes, empleados y otros grupos de interés.

Con un propósito claro el trabajo se convierte en algo más. Diversas investigaciones y sondeos han establecido que muchos empleados valoran un propósito claro tanto o más que un gran cheque de pago.

En ese sentido, los líderes de KPMG plantearon una pregunta muy simple a sus empleados: "¿Por qué vienen a trabajar?" Obviamente, los empleados percibían sus trabajos como un medio para mantener a sus familias, pero casi todos ellos también vinculaban sus trabajos a un objetivo mayor.

Sentían que, al servir a sus clientes, estaban ayudando a combatir el crimen, proteger el medio ambiente, con un mayor éxito y repercusión de las empresas, etc. Estas ambiciones más altas generaron en ellos sentimientos de orgullo y satisfacción, y una conexión emocional con su empresa, mucho más poderosa que la conexión netamente laboral o monetaria.

En contraposición a esta evidencia, durante muchos años diseñamos nuestras organizaciones con la premisa que a los empleados solo les preocupa el dinero. Sin embargo, esto ya no es suficiente. Solo las empresas que permitan a sus colaboradores conectar su propio propósito de vida con el propósito de su organización disfrutarán de una importante ventaja para atraer y retener a los mejores talentos y, con ello, generar retornos económicos más importantes y otros beneficios no pecuniarios.

Y no crean que escribo sin conocimiento de causa. Desde hace algunos años, soy presidente de una empresa del estado, que como Uds. saben tiene un abismo en lo que es el nivel de sueldos versus las empresas privadas. Sin embargo, logramos crear una mística, alrededor de un gran propósito: DEVOLVER VIDA AL PLANETA, que inspira a todos los empleados y trasciende fronteras reconociendo a la empresa como uno de los líderes a nivel mundial en la remediación medioambiental minera.

A pesar de ello, muchos escépticos sostienen que el propósito es malo para los negocios. Para ellos, obligar a los líderes a pensar más allá del éxito económico, se convierte en un impuesto sobre los negocios.

Esta es una contradicción evidente y sin sustento. Diversos especialistas e investigadores han comprobado que el propósito cataliza el éxito económico de muchas maneras. Primero, porque sirve a los líderes como un norte para forjar estrategias más nítidas y canalizar mejor la innovación como motor del progreso.

Segundo, porque permite a las empresas generar confianza y lealtad con sus clientes, quienes admiran los compromisos públicos de las organizaciones que cuentan con esos ideales.

Tercero, porque al contar con un propósito las empresas logran construir credibilidad, confianza y relaciones duraderas con clientes y proveedores estratégicos. Finalmente, los empleados se sienten inspirados y con mayor energía para dar lo mejor de sí mismos.

Ahora bien, implementar un propósito genuino es una labor compleja, considerando que los diferentes grupos de interés a menudo entran en conflicto en el corto plazo obligando a las empresas con propósito, a priorizar los beneficios de un grupo por encima de otros, con la confianza de que, a largo plazo se generarán beneficios para todos los grupos, logrando un equilibrio que también es beneficioso para la organización.

Para que esto se      dé sin contratiempos, es fundamental que los líderes de las organizaciones comuniquen clara y abiertamente sus decisiones a todas las partes interesadas, de manera que estas comprendan por qué deben sacrificar temporalmente sus beneficios en nombre de un bien o causa mayor.

Esto me lleva a otro punto importante en la implementación de un propósito: los líderes debemos actuar como poetas antes que como plomeros (con el enorme respeto a quienes ejercen este oficio). Los líderes empresariales solemos concentrarnos en abordar los desafíos estratégicos y financieros, lo que un académico llamó la plomería de los negocios. Si hacemos solo esto, estamos condenados a fracasar, tarde o temprano.

Es necesario inculcar un propósito, de una forma tal que los colaboradores realmente lo sientan en sus huesos. Los líderes con un propósito profundo no solo administran organizaciones, sino que las elevan, transformándolas en comunidades morales unidas alrededor de un compromiso permanente con el propósito y los valores que devienen del mismo.

Las grandes ideas tienen poder, pero solo los grandes ideales pueden capturar nuestra imaginación y motivarnos a dar el máximo ¿Te animas a asumir el desafío de preparar tu propio propósito, promover que lo adopten en tu empresa, y “sudar la camiseta” por él?